“A LA DERIVA”: EL ACCIDENTE Y NAUFRAGIO DEL LUNO

La integridad de un barco que se enfrenta al mar y que pretende en todo caso arribar a su destino puede encontrarse con circunstancias que pueden actuar en sentido contrario a su propósito inicial. Deficiencias en las condiciones de navegabilidad (falta de mantenimiento) y la imprudencia de la tripulación definen los factores más importantes a tener en cuenta, pero la lista no estaría completa si no mencionamos el añadido de la madre naturaleza: las tormentas. Y es que este fenómeno ha sido el principal enemigo de la navegación desde sus propios inicios, cuando se realizaba en barcos de madera que mucho distaban de ser un adversario respetable para los vendavales. Hoy en día con la preeminencia del acero en la industria naviera, las naves siguen sin ser un adversario significativo para las tormentas y eso lo demuestra el número de naufragios acaecidos por esta razón. Sin embargo, y entendiendo que cada naufragio suele darse por una concurrencia de circunstancias y que siempre hay una que priva sobre las otras, sólo podremos hablar de naufragios por tormentas cuando la causal “tormenta” tenga un peso sobre las demás. Evidentemente que esta determinación dependerá de la apreciación subjetiva de quien valore el caso. Sin embargo, expongo la mía al incluir el siguiente accidente entre aquellos que se produjeron por una tormenta (o cuando la causal “tormenta” privó sobre las otras).

El 5 de febrero de 2014 una nave se dirigía hacia el puerto de Bayona en Francia. Se trataba del Luno, en pequeño carguero de fabricación española y que procedía de Pasaia, España luego de haber sido sometido a una intensa labor de mantenimiento y reparaciones en los astilleros de Zamacona. Y siendo que se trataba de un viaje sin carga puesto que la tripulación simplemente lo había retirado el Luno del astillero para llevarlo al puerto de Bayona donde se equiparía con la primera carga, la tripulación aprovechó las primeras horas de viaje para probar todos los sistemas de la nave constatando que todo funcionaba satisfactoriamente. Unas horas después arribaban a las adyacencias de Bayona donde un vendaval comenzaba a desatarse. Debe resaltarse que el funcionamiento de los puertos implica una interminable labor en la que la entrada y salida de naves constituye un esfuerzo constante, por tal razón, los prácticos informaron al Luno que habría de esperar a que estos se desocuparan con otras naves que debían maniobrar en el puerto. Durante este tiempo la violencia del vendaval fue en aumento y el creciente bamboleo de la nave daba prueba de ello. Unos minutos después se cortó el suministro eléctrico y el motor se detuvo, novedad esta con la que la tripulación recibió al práctico ya disponible para conducir la nave hasta el puerto.

Poco más tarde la tripulación logró poner en marcha el motor y el práctico asumió su tarea al mando del Luno. Pero los problemas no habían terminado. Ya en la entrada del puerto el motor volvió a detenerse. La tripulación se esforzó por reiniciar el sistema pero sus esfuerzos fueron en vano. A todas estas la tormenta había venido arrastrado al Luno a su merced. El práctico inicio una maniobra para conseguir que un remolcador enganchara la nave y la remolcara al puerto, maniobra que resultó imposible dado el intenso oleaje. Poco después el capitán ordenó abandonar la nave y junto con el práctico se acordaron los procedimientos del subsiguiente rescate. Mientras tanto el barco a la deriva era arrastrado paulatinamente por el fuerte vendaval hacia una de las escolleras que protegen la playa de Barret, al sur de la entrada del puerto (ver ubicación en el documental).  En la nave se había hecho bastante difícil mantenerse en pie dado el pronunciado vaivén del buque producto de las fuertes olas. Instantes más tardes el barco se hallaba a pocos metros de ser estrellado contra el morro de la escollera, evento que no tardó en suceder de manera que su destino final seria quedar encallado por el lado de babor en el amasijo de rocas que conforma la escollera. Poco después se presentó el primer helicóptero con el propósito de socorrer a la tripulación, lo que resultó imposible. Los vientos y al fuerte oleaje imposibilitaban cualquier posibilidad de salvamento y más tarde darían cuenta del casco al seccionarlo literalmente en dos mitades, la parte de la proa fue arrastrada hasta la playa mientras el resto permanecía encallada en la escollera. La tripulación aguardaba en el ala de babor hasta que se presentó un helicóptero de la Guardia Nacional que procedió con su efectivo rescate. Salvo algunas lesiones, todos los tripulantes resultaron ilesos. Pero el Luno había perdido su batalla contra la madre naturaleza.

El Luno siendo arrastrado a la escollera de Barret

¿Podríamos asumir que fue exclusivamente la tormenta la causante de este hecho?

Para comenzar debemos reseñar que no se determinó responsabilidad alguna por parte de la tripulación, aunque la investigación realizada por la Comisión Permanente de Accidentes e Incidentes Marítimos de España indicó que la tripulación se centró en determinar la causa de la falla del motor cuando pudo haber optado por una solución alternativa, debe destacarse que el motor se detuvo por una falla en el sistema de refrigeración que funcionaba con agua que recibía del mar, por lo tanto si este sistema no funcionaba la tripulación ha debido refrigerar el motor con agua de los tanques de lastre, indicó, así mismo, que no hubo una comunicación adecuada entre los tripulantes encargados de solucionar la avería y el capitán por lo que este no pudo solicitar la asistencia adecuada al comunicarse con la compañía; la compañía tampoco brindó una comunicación oportuna y precisa a una tripulación que actuaba bajo un fuerte estrés.

Primer intento de rescate de la tripulación

Y así llegamos a la pregunta principal ¿Qué pudo haber ocasionado que el sistema de refrigeración dejara de funcionar? ¿Podría tratarse de una falla preexistente, aún cuando la nave acababa de ser sometida a mantenimiento?

La respuesta es muy simple: la falla la ocasionó la tormenta, las fuertes olas fueron las responsables de las repentinas paradas del motor. El sistema de enfriamiento del Luno captaba el agua del mar a través de unas boquillas ubicadas a cierta altura en el casco, específicamente en la obra viva (carena) que es la parte sumergida del barco, de manera que la entrada y el flujo de agua en el sistema siempre iba a estar garantizada. No obstante, el fuerte oleaje dejó estas bocas fuera del agua en muchas ocasiones por lo que el sistema se llenó de aire y la refrigeración se hizo totalmente deficiente deteniéndose posteriormente. En lo sucesivo el sistema automático detuvo el motor ante la alarma de sobrecalentamiento. ¿Habrían variado las circunstancias si el sistema de enfriamiento hubiera funcionado de otra manera? Probablemente y aún cuando ello haya influido en la pérdida de la propulsión de la nave no puede ser considerado como una causa determinante en el accidente.

La investigación también puso de relieve la posibilidad de que las boquillas de entrada del agua hubiesen estado obstruidas previamente. Sin embargo, el barco había llegado sin novedad a las adyacencias de Bayona y la tripulación ya había probado todos los sistemas de la nave constatando que funcionaban adecuadamente. Por consiguiente, tal teoría podría carecer de fundamento.

Y así les presento un incidente que a mi modo de ver fue ocasionado por la furia de una tormenta y cuya ocurrencia fue grabada en video, por lo que pueden ser testigos de lo que sucede cuando una nave se encuentra en medio de las fuerzas de la naturaleza.


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